El amigo seguro no lo sabe, pero el día que nos conocimos cambió mi vida para siempre. Es más, seguro ni siquiera sabe que somos amigos, lo intuye, pero no tiene mi rostro presente. Suena medio cliché pero es sencillamente la verdad. Yo tengo 37 años, mi amigo, hoy, cumple 36.
Ha sido una amistad valiosa y dolorosa. Tanto así que hoy ya no me importa mucho cuando alguien se burla, o lo critica, o lo hace menos, o le quita méritos o le niega el placer de tallar el ego en un museo o salón de la fama. Mi amigo sabe que por lo menos en mi corazón, su lugar está en lo más alto de mis afectos.
Cuando era muy niño, su amistad se forjó como espada de elfo en los fuegos del secretismo y la infamia. A mis papás no les gustaba nuestra amistad, no la entendían. Fue por esa amistad que comencé a escuchar de forma más o menos repetitiva términos como mamarracho, drogadicto y maricón. Hoy que yo también soy padre entiendo mejor. Sé que por lo menos la preocupación era noble, aunque siempre me ha quedado claro que fue exagerada. La gente suele temer a lo que no conoce, y mis papás crecieron sin esas referencias necesarias para que mi amigo les cayera bien.
Nuestra amistad me llevó a lugares insospechados, a creer historias que quedaban perfecto dentro del aura misteriosa que lo rodeó a él durante por lo menos una década. Había historias estrafalarias de cirugías inconcebibles, muerte, derroche, fantasía, misticismo... Yo creía todas y cada una, incluso aquella que decía que una parte de mi amigo era de origen extraterrestre, que otra dominaba las bestias, otra era diabólica y la otra pertenecía al mundo de los súper héroes.
En algún momento, a mediados de los 80 tal vez, nuestra amistad se quiso debilitar. Fueron pocos meses de alejamiento, y nunca fue un rompimiento total. Simplemente me llegaba demasiada información por todos lados y debía poner mi atención en eso, y no tanto en mi amigo. Seguro lo entendería, además, él ya era muy famoso así que yo tenía chance de conectarme con él a través de revistas y programas de radio. Siempre hablaban de él y yo coleccionaba lo que podía. Alguna vez perdí sus más preciados regalos por culpa de las malditas matemáticas. Mala decisión el no poner atención a fracciones y esas cosas del sexto de primaria que nunca servirán de gran cosas. Sin embargo mis dos abuelitas, ambas fallecidas, se encargaron de rescatar en momentos distintos aquellos regalos. Mi Tita, la mamá de mi mamá me regaló algo que de entrada mostraba a mi amigo en formato de cómic. Me gustaba sentarme a su lado y que me leyera las frases. Mi abuelita Carmita, un día, enojada porque su hijo (mi papá) no me dejaba acercarme a mi amigo, clandestinamente, me regaló otro detalle que después, la historia colocaría como pieza clave en la historia de mi amigo y de su actividad profesional.
Luego, cuando el destino puso en mi camino a un angelito llamado Juan Antonio, mi amigo estuvo siempre ahí para ayudarme a salir adelante con él. Tenía Síndrome de Down, lo cual en sí no era grave. El problema era que con esa condición, las enfermedades congénitas son muy comunes. Juan Antonio tenía una malformación cardiaca que lo condenó a morir muy temprano. Los doctores dijeron que tal vez viviría siete años, pero como todo un guerrero águila vivió 11. Dijeron también que podría pasar los últimos meses de su vida en un hospital, lleno de tubos. También a eso se sobrepuso y murió en paz, sin sufrir, en su casa. El le ganó a los pronósticos, nos regaló 11 años de amor y entrega y en ese tiempo me acercó mucho más a mi amigo. Y lo hizo porque también era amigo suyo. Un día me pidió disfrazarlo me manera tal que se pareciera a él. Desde ese día, cuando le preguntabas como se llamaba, mi hermanito decía “Juan Antonio Peter”.
Esta amistad me ha provocado lágrimas de felicidad, sensaciones en la piel que no se pueden describir, lágrimas de dolor también, burlas, malos ratos, segregación, pasión, gusto por la vida... Esa amistad me dio identidad cuando tenía apenas 8 o 9 años, una identidad que hoy sigue viva y caliente. Sí, muchos se burlan pero es verdad, yo nací en 1971 y volví a nacer en 1979 cuando conocí a mi amigo.
Hoy hace 36 años, KISS tocó por primera vez en un lugar llamado Coventry Popcorn Pub, en Queens, Nueva York. Feliz cumpleaños amigo, gracias por todo lo que me has dado, gracias por la amistad. Ojalá sigamos muchos años más rocanroleando toda la noche y festejando todo el día.
Chico Migraña hijo de Kiss
1 comentario:
Enorme Luis. Ya te lo dije personalmente, tu pluma es única. Me emocionase. Te extraño amigo. Ojalá pueda volver pronto.
Publicar un comentario